Artículo de Carlos Castellá
1989 fue un año importante en
mi vida, ya que por primera vez pude cubrir una buena parte del Mundial de
Fórmula 1, haciendo retransmisiones en catalán con RTVE-Catalunya. Tener un
pase de televisión era, y supongo que sigue siendo, lo mejor para deambular con
libertad por el paddock.
Mi compañero era Toni Burón y
en aquella época nuestro trabajo se limitaba a retransmitir la carrera y
nada más. Ni clasificación, ni previos, ni reportajes para las noticias,
ni entrevistas post-carrera. Era todo tan simple que ni tan siquiera llevábamos
productor, nos los hacíamos todo nosotros.
Era una manera cómoda de
trabajar aunque un poco frustrante por todo el potencial de cosas que se
podían hacer y que hasta años más tarde las televisiones españolas no
comprendieron que eran útiles y necesarias para completar la información y para
sacarle más partido a su inversión, ocupando más horas de emisión por el mismo
precio. Pero en el ya lejano 1989 no era así, se cubría el expediente
retransmitiendo la carrera a trozos, con conexiones con otros deportes, así que
nuestro trabajo era viajar el viernes y dedicar el sábado a pasear por el
paddock, intentar obtener alguna noticia e irnos a ver los coches por la pista.
No estoy seguro de dónde fue,
pero creo que debió ser en el Paul Ricard, a donde nos habíamos desplazado en
coche desde Barcelona y por tanto debimos llegar con más tiempo, donde tuvimos
un encuentro sorprendente. Al pasar cerca del hospitality de McLaren, que en
aquellos tiempos era una simple “jardinera” al lado de un camión vivienda,
estaban Senna y Prost en la puerta. Ambos iban debidamente ataviados con el
traje de piloto ya que estaban en un acto de simples relaciones públicas,
enfrente de su hospitality esperando que prensa e invitados fuéramos pasando
por allí para saludarles y hacerles fotos.
Así que nos acercamos
tranquilamente (en aquel momento no había nadie) y con un gesto de cabeza le
indiqué a Toni que se fuera a hablar con Prost, mientras yo hacía lo mismo con
Senna. Me acerqué al brasileño y me presenté como Carlos Castellá,
comentarista de televisión en España. Mi sorpresa fue mayúscula cuando me miró
fijamente, sus ojos y su sonrisa se iluminaron y me dijo con su voz pausada y
débil: “me acuerdo de ti, de la época del karting, ¡cuánto tiempo sin verte!”
Me quedé de piedra y no supe
qué decir, porque no estaba preparado para esa respuesta, pero tras unos
momentos de pausa reaccioné y hablamos de los buenos viejos tiempos. Aquel Gran
Premio fue muy espectacular, con el accidente múltiple en la primera curva que
hizo volar a Gugelmin, el debut de Jean Alesi, el abandono de Senna en la
salida y la victoria de Prost horas después de anunciar que dejaba McLaren.
Pasaron muchas cosas en un solo fin de semana.
Al regresar a casa tras el
Gran Premio puse mental y físicamente en orden todo lo acontecido y, al
recordar la anécdota de Senna pensé que sería una buena idea llevarme conmigo
alguna foto de las que le había hecho en el karting para que me la dedicara la
próxima vez que nos viéramos. No había mucha gente que tuviera fotos
suyas en el karting y en España apenas si debíamos ser tres o cuatro los que
estuvimos en calidad de periodistas en aquellos campeonatos. Habíamos
coincidido en tres mundiales: Estoril, Nivelles y Parma.
Aunque no soy fotógrafo, en
Nivelles y en Parma llevaba máquina, así que busqué un par de instantáneas que
estuvieran bien, las mandé positivar a un tamaño cómodo y ya puestos hice lo
mismo con una de Prost que quizás algún día aparezca por aquí. Y esas fotos
formaron parte de mi equipaje durante años, ya que nunca encontré el momento
adecuado para pedirle que me las firmara. Ya fuera porque cuando lo tenía a
tiro no las llevaba encima (que es lo que ocurría más a menudo) o bien porque
en según qué sitios y momentos no era adecuado interrumpir actos profesionales
para asuntos personales. Así que aquellas fotos dieron muchos tumbos formando
parte de mi equipaje.
Cuando hace aproximadamente
un año vi la película sobre su vida en el cine, salí bastante decepcionado por
el trato que le daban en la misma a Prost y con el exceso de culto hacia él,
pero ya dije entonces que necesitaba volver a verla con más calma para emitir
un juicio. Y hace pocos días volví a verla en Canal+ y hubo una serie de cosas
que me hicieron reflexionar.
Una de ellas es la escena
donde cuenta que el mejor rival con el que se había enfrentado nunca era un
piloto de karts llamado Terry Fullerton. ¡Yo estaba en Estoril cuando
mantuvieron un duelo memorable en una de las eliminatorias, finalizado con un
toque entre ellos que a la postre acabó costándoles el título! Pero aparte de
esta anécdota, lo que me hizo reflexionar fue aquello que dice de que en el
karting se corría por placer y por competición, sin política ni intereses de
por medio.
Obviamente eso no es cierto
ya que en karting había (y sigue habiendo) intereses y política como en todas
las cosas de la vida, pero él era muy joven y no se daba cuenta de ello. Y
evidentemente, viendo lo que le tocó vivir después, lo que pudiera haberle
pasado en el karting fue un juego de niños.
Al ver la película por
segunda vez me quedó la sensación de que el karting era para él un recuerdo muy
puro, muy bonito, muy verdadero. Al asumir esto recordé aquella mirada en el
Paul Ricard y su significado: todo lo que venía del karting era grato para él
porque allí fue extremadamente feliz, a pesar de que algunos rasgos de su
carácter ya empezaron a ponerse de manifiesto: su enfado en Estoril, su
voluntad irreductible en Nivelles o su pilotaje excelso en inferioridad de
condiciones en Parma, donde estaba con su mujer y donde tuve la ocasión de
conocerla. Sin duda fueron años felices.
Quizás por esto después, y
siendo ya piloto consagrado de Fórmula 1, seguía recordando con cariño aquellos
años y a las gentes que conoció entonces. Y yo formaba parte de esos recuerdos
y gracias a ello, las veces que tuve ocasión de verle y hablar con él siempre
me resultó relativamente fácil y nunca me dejó con la palabra en la boca ni me
dio plantón. No voy a decir que conmigo tuviera deferencias especiales ni a
marcarme faroles de que me contaba cosas que a los demás no. Ni mucho menos.
Pero siempre supe que cuando hablábamos o nos saludábamos sabía perfectamente
quién era yo y era amable conmigo porque estaba en el lado bueno de sus
recuerdos.
En 1993 yo no acudí a los
Grandes Premios y me conformaba con ayudar al servicio de Prensa del Circuit de
Catalunya en todas las carreras que se organizaban allí.
Uno de los trabajos del
departamento era emitir comunicados de prensa con las opiniones de los
principales protagonistas durante el fin de semana, una tarea que hacíamos
entre varios a fin de que no se nos escapara ningún piloto. Los equipos aún no
emitían comunicados tan completos (y vacuos) como ahora y eran los propios
departamentos de prensa de cada circuito los encargados de ello.
Haciendo un poco de memoria
de aquellas experiencias recuerdo que me cansé de esperar a que Alain Prost
terminara su briefing con Patrick Faure, Vicepresidente de Renault y máximo
responsable de los motores, sentados ellos en el pontón del Williams-Renault y
yo de pie esperando a un par de metros; asistí a una acalorada reunión de un
piloto italiano del mundial de 125 c.c. para elegir el neumático para la
carrera en la que todos opinaban (un poco más y me piden la opinión a mi
también) y Sete Gibernau me pidió muy educadamente que le dejara unos minutos
en soledad para asumir la rotura de cadena que le obligó a abandonar el día de
su debut en 500 c.c. También recuerdo que en nuestro ambiente me hice famosillo
porque conseguí arrancarle unas declaraciones al ogro más ogro que nunca ha
habido en un paddock (a decir de los que lo frecuentaban y hablo con
conocimiento de causa), terror de periodistas, jefes de prensa y miembros de su
equipo… salvo que fueran australianos: el gran Mick Doohan.
Así que un poco por
experiencia, un poco por prestigio y un poco porque alguien tenía que hacerlo,
en 1993 en el reparto de boxes mis colegas me asignaron los dos primeros, esto
es, Williams-Renault y McLaren-Ford. Así que en el Gran Premio de España de
1993 yo tenía que recabar las declaraciones nada más y nada menos que de Alain
Prost, Damon Hill, Ayrton Senna y Michael Andretti. Claro que el trabajo era
menos arduo de lo que podía parecer en un principio, por cuanto una de las
secretarias se encargaba de transcribir las declaraciones de las ruedas de
prensa oficiales, con lo cual era muy probable que de mi cuarteto al menos me
librara de dos o tres cada vez, lo que simplificaba bastante mi trabajo.
Cuando esto ocurría me iba
por los boxes vecinos a reforzar a mis colegas, pero este no es el motivo de
este artículo. El motivo es que durante todo el fin de semana estuve pululando
constantemente por los boxes de Williams y McLaren, había saludado a Senna y a
Jo Ramírez, constatado lo difícil que era entender el inglés de Michael
Andretti y hablado lo justo con Prost y Hill.
Y al día siguiente, sábado 8
de mayo, tras la sesión de clasificación definitiva los tres primeros subieron
a la Rueda de
Prensa y como éstos fueron Prost, Hill y Senna, mi trabajo consistió solamente
en hablar con Michael Andretti, lo que me llevó a hacer guardia en el box de
McLaren durante los últimos minutos de la clasificación a la espera de mi
oportunidad. Cuando ésta llegó, hablé con él y saludé a Senna, le felicité por
su tercera posición y le pregunté cómo veía la situación. Me contestó que
“dura, muy dura, si no llueve será difícil” tras lo cual subí por la escalera
del pódium para llegar cuanto antes a las oficinas de la Sala de Prensa.
Tras “cantar” las
declaraciones de Michael a una de las secretarias que transcribían, consideré
llegado el momento de tomarme un pequeño descanso, yéndome a un pequeño cuarto
donde teníamos mesa, sillas, maquinita de café y algún que otro refrigerio.
Craso error: Josep Mª Miret, Jefe de Prensa del Circuit y Albert Ruidelbás,
subjefe del mismo, estaban custodiando la puerta para que nadie entrara, ya que
Senna estaba dentro porque no quería estar en la rueda de prensa oficial con
Alain Prost. Había pedido quedarse solo y no ser molestado hasta que el francés
terminara para entrar él a hacer declaraciones. La puerta tenía una ventana en
la que se veía el interior, y sí, allí estaba él, solitario y ensimismado en
sus pensamientos.
Tuve un “flash” inmediato y
salí zumbando en pos del sobre con las fotografías, murmurando en voz baja
“ahora o nunca, ahora o nunca, ahora o nunca”. Cogí el sobre y me abalancé
hacia la puerta sin plantearme que José Mª y Albert la estaban custodiando,
aunque tampoco hicieron nada para impedirme el paso ya que ellos sabían que yo
conocía a Senna.
Cuando me vio entrar no se
molestó sino que esbozó su habitual sonrisa y me saludó, así que sin perder
tiempo me senté a su lado y le enseñé las fotos. Otra vez su cara se iluminó,
se las miró fijamente y con su hablar pausado me dijo: “Esto es en el Mundial
de Parma, con el chasis DAP y los motores nº tal y nº cual”. Ante mi enorme
sorpresa recordaba perfectamente los números de los motores y estuvimos
aquellos minutos recordando otra vez los buenos viejos tiempos, hablando de
karting y de aquel Mundial que no tenía ninguna posibilidad de ganar. Estuvimos
recordando aquello y a alguno de los protagonistas, como Angelo Parrilla, su
jefe, Mike Wilson, el piloto que ganó el título y habríamos seguido conversando
de no ser porque Jordi Mateu abrió la puerta para que Senna entrara. Ayrton me
firmó las fotos y nos despedimos.
Al salir Josep Mª y Albert me
lanzaron una mirada escrutadora así que poniendo cara de disculpa les dije,
“perdonad, pero era ahora o nunca”. Por desgracia fue así. No le volví a ver.
FONTE: Revista Historis http://www.revistahistoris.com/2012/05/mi-ultima-conversacion-ayrton-senna/#sthash.iVtv5DZW.dpuf
FONTE PESQUISADA
FONTE PESQUISADA
CASTELLÁ, Carlos. Mi última
conversación con Ayrton Senna. Disponível em: <http://www.revistahistoris.com/2012/05/mi-ultima-conversacion-ayrton-senna/>.
Acesso em: 26 de agosto 2013.
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