segunda-feira, 26 de agosto de 2013

Mi última conversación con Ayrton Senna

Artículo de Carlos Castellá 



1989 fue un año importante en mi vida, ya que por primera vez pude cubrir una buena parte del Mundial de Fórmula 1, haciendo retransmisiones en catalán con RTVE-Catalunya. Tener un pase de televisión era, y supongo que sigue siendo, lo mejor para deambular con libertad por el paddock.
Mi compañero era Toni Burón y en aquella época nuestro trabajo se limitaba a retransmitir la carrera y nada más. Ni clasificación, ni previos, ni reportajes para las noticias, ni entrevistas post-carrera. Era todo tan simple que ni tan siquiera llevábamos productor, nos los hacíamos todo nosotros.

Era una manera cómoda de trabajar aunque un poco frustrante por todo el potencial de cosas que se podían hacer y que hasta años más tarde las televisiones españolas no comprendieron que eran útiles y necesarias para completar la información y para sacarle más partido a su inversión, ocupando más horas de emisión por el mismo precio. Pero en el ya lejano 1989 no era así, se cubría el expediente retransmitiendo la carrera a trozos, con conexiones con otros deportes, así que nuestro trabajo era viajar el viernes y dedicar el sábado a pasear por el paddock, intentar obtener alguna noticia e irnos a ver los coches por la pista.

No estoy seguro de dónde fue, pero creo que debió ser en el Paul Ricard, a donde nos habíamos desplazado en coche desde Barcelona y por tanto debimos llegar con más tiempo, donde tuvimos un encuentro sorprendente. Al pasar cerca del hospitality de McLaren, que en aquellos tiempos era una simple “jardinera” al lado de un camión vivienda, estaban Senna y Prost en la puerta. Ambos iban debidamente ataviados con el traje de piloto ya que estaban en un acto de simples relaciones públicas, enfrente de su hospitality esperando que prensa e invitados fuéramos pasando por allí para saludarles y hacerles fotos.

Así que nos acercamos tranquilamente (en aquel momento no había nadie) y con un gesto de cabeza le indiqué a Toni que se fuera a hablar con Prost, mientras yo hacía lo mismo con Senna. Me acerqué al brasileño y me presenté como Carlos Castellá, comentarista de televisión en España. Mi sorpresa fue mayúscula cuando me miró fijamente, sus ojos y su sonrisa se iluminaron y me dijo con su voz pausada y débil: “me acuerdo de ti, de la época del karting, ¡cuánto tiempo sin verte!”

Me quedé de piedra y no supe qué decir, porque no estaba preparado para esa respuesta, pero tras unos momentos de pausa reaccioné y hablamos de los buenos viejos tiempos. Aquel Gran Premio fue muy espectacular, con el accidente múltiple en la primera curva que hizo volar a Gugelmin, el debut de Jean Alesi, el abandono de Senna en la salida y la victoria de Prost horas después de anunciar que dejaba McLaren. Pasaron muchas cosas en un solo fin de semana.

Al regresar a casa tras el Gran Premio puse mental y físicamente en orden todo lo acontecido y, al recordar la anécdota de Senna pensé que sería una buena idea llevarme conmigo alguna foto de las que le había hecho en el karting para que me la dedicara la próxima vez que nos viéramos. No había mucha gente que tuviera fotos suyas en el karting y en España apenas si debíamos ser tres o cuatro los que estuvimos en calidad de periodistas en aquellos campeonatos. Habíamos coincidido en tres mundiales: Estoril, Nivelles y Parma.

Aunque no soy fotógrafo, en Nivelles y en Parma llevaba máquina, así que busqué un par de instantáneas que estuvieran bien, las mandé positivar a un tamaño cómodo y ya puestos hice lo mismo con una de Prost que quizás algún día aparezca por aquí. Y esas fotos formaron parte de mi equipaje durante años, ya que nunca encontré el momento adecuado para pedirle que me las firmara. Ya fuera porque cuando lo tenía a tiro no las llevaba encima (que es lo que ocurría más a menudo) o bien porque en según qué sitios y momentos no era adecuado interrumpir actos profesionales para asuntos personales. Así que aquellas fotos dieron muchos tumbos formando parte de mi equipaje.

Cuando hace aproximadamente un año vi la película sobre su vida en el cine, salí bastante decepcionado por el trato que le daban en la misma a Prost y con el exceso de culto hacia él, pero ya dije entonces que necesitaba volver a verla con más calma para emitir un juicio. Y hace pocos días volví a verla en Canal+ y hubo una serie de cosas que me hicieron reflexionar.

Una de ellas es la escena donde cuenta que el mejor rival con el que se había enfrentado nunca era un piloto de karts llamado Terry Fullerton. ¡Yo estaba en Estoril cuando mantuvieron un duelo memorable en una de las eliminatorias, finalizado con un toque entre ellos que a la postre acabó costándoles el título! Pero aparte de esta anécdota, lo que me hizo reflexionar fue aquello que dice de que en el karting se corría por placer y por competición, sin política ni intereses de por medio.

Obviamente eso no es cierto ya que en karting había (y sigue habiendo) intereses y política como en todas las cosas de la vida, pero él era muy joven y no se daba cuenta de ello. Y evidentemente, viendo lo que le tocó vivir después, lo que pudiera haberle pasado en el karting fue un juego de niños.

Al ver la película por segunda vez me quedó la sensación de que el karting era para él un recuerdo muy puro, muy bonito, muy verdadero. Al asumir esto recordé aquella mirada en el Paul Ricard y su significado: todo lo que venía del karting era grato para él porque allí fue extremadamente feliz, a pesar de que algunos rasgos de su carácter ya empezaron a ponerse de manifiesto: su enfado en Estoril, su voluntad irreductible en Nivelles o su pilotaje excelso en inferioridad de condiciones en Parma, donde estaba con su mujer y donde tuve la ocasión de conocerla. Sin duda fueron años felices.

Quizás por esto después, y siendo ya piloto consagrado de Fórmula 1, seguía recordando con cariño aquellos años y a las gentes que conoció entonces. Y yo formaba parte de esos recuerdos y gracias a ello, las veces que tuve ocasión de verle y hablar con él siempre me resultó relativamente fácil y nunca me dejó con la palabra en la boca ni me dio plantón. No voy a decir que conmigo tuviera deferencias especiales ni a marcarme faroles de que me contaba cosas que a los demás no. Ni mucho menos. Pero siempre supe que cuando hablábamos o nos saludábamos sabía perfectamente quién era yo y era amable conmigo porque estaba en el lado bueno de sus recuerdos.

En 1993 yo no acudí a los Grandes Premios y me conformaba con ayudar al servicio de Prensa del Circuit de Catalunya en todas las carreras que se organizaban allí.
Uno de los trabajos del departamento era emitir comunicados de prensa con las opiniones de los principales protagonistas durante el fin de semana, una tarea que hacíamos entre varios a fin de que no se nos escapara ningún piloto. Los equipos aún no emitían comunicados tan completos (y vacuos) como ahora y eran los propios departamentos de prensa de cada circuito los encargados de ello.

Haciendo un poco de memoria de aquellas experiencias recuerdo que me cansé de esperar a que Alain Prost terminara su briefing con Patrick Faure, Vicepresidente de Renault y máximo responsable de los motores, sentados ellos en el pontón del Williams-Renault y yo de pie esperando a un par de metros; asistí a una acalorada reunión de un piloto italiano del mundial de 125 c.c. para elegir el neumático para la carrera en la que todos opinaban (un poco más y me piden la opinión a mi también) y Sete Gibernau me pidió muy educadamente que le dejara unos minutos en soledad para asumir la rotura de cadena que le obligó a abandonar el día de su debut en 500 c.c. También recuerdo que en nuestro ambiente me hice famosillo porque conseguí arrancarle unas declaraciones al ogro más ogro que nunca ha habido en un paddock (a decir de los que lo frecuentaban y hablo con conocimiento de causa), terror de periodistas, jefes de prensa y miembros de su equipo… salvo que fueran australianos: el gran Mick Doohan.

Así que un poco por experiencia, un poco por prestigio y un poco porque alguien tenía que hacerlo, en 1993 en el reparto de boxes mis colegas me asignaron los dos primeros, esto es, Williams-Renault y McLaren-Ford. Así que en el Gran Premio de España de 1993 yo tenía que recabar las declaraciones nada más y nada menos que de Alain Prost, Damon Hill, Ayrton Senna y Michael Andretti. Claro que el trabajo era menos arduo de lo que podía parecer en un principio, por cuanto una de las secretarias se encargaba de transcribir las declaraciones de las ruedas de prensa oficiales, con lo cual era muy probable que de mi cuarteto al menos me librara de dos o tres cada vez, lo que simplificaba bastante mi trabajo.

Cuando esto ocurría me iba por los boxes vecinos a reforzar a mis colegas, pero este no es el motivo de este artículo. El motivo es que durante todo el fin de semana estuve pululando constantemente por los boxes de Williams y McLaren, había saludado a Senna y a Jo Ramírez, constatado lo difícil que era entender el inglés de Michael Andretti y hablado lo justo con Prost y Hill.

Y al día siguiente, sábado 8 de mayo, tras la sesión de clasificación definitiva los tres primeros subieron a la Rueda de Prensa y como éstos fueron Prost, Hill y Senna, mi trabajo consistió solamente en hablar con Michael Andretti, lo que me llevó a hacer guardia en el box de McLaren durante los últimos minutos de la clasificación a la espera de mi oportunidad. Cuando ésta llegó, hablé con él y saludé a Senna, le felicité por su tercera posición y le pregunté cómo veía la situación. Me contestó que “dura, muy dura, si no llueve será difícil” tras lo cual subí por la escalera del pódium para llegar cuanto antes a las oficinas de la Sala de Prensa.

Tras “cantar” las declaraciones de Michael a una de las secretarias que transcribían, consideré llegado el momento de tomarme un pequeño descanso, yéndome a un pequeño cuarto donde teníamos mesa, sillas, maquinita de café y algún que otro refrigerio. Craso error: Josep Mª Miret, Jefe de Prensa del Circuit y Albert Ruidelbás, subjefe del mismo, estaban custodiando la puerta para que nadie entrara, ya que Senna estaba dentro porque no quería estar en la rueda de prensa oficial con Alain Prost. Había pedido quedarse solo y no ser molestado hasta que el francés terminara para entrar él a hacer declaraciones. La puerta tenía una ventana en la que se veía el interior, y sí, allí estaba él, solitario y ensimismado en sus pensamientos.

Tuve un “flash” inmediato y salí zumbando en pos del sobre con las fotografías, murmurando en voz baja “ahora o nunca, ahora o nunca, ahora o nunca”. Cogí el sobre y me abalancé hacia la puerta sin plantearme que José Mª y Albert la estaban custodiando, aunque tampoco hicieron nada para impedirme el paso ya que ellos sabían que yo conocía a Senna.

Cuando me vio entrar no se molestó sino que esbozó su habitual sonrisa y me saludó, así que sin perder tiempo me senté a su lado y le enseñé las fotos. Otra vez su cara se iluminó, se las miró fijamente y con su hablar pausado me dijo: “Esto es en el Mundial de Parma, con el chasis DAP y los motores nº tal y nº cual”. Ante mi enorme sorpresa recordaba perfectamente los números de los motores y estuvimos aquellos minutos recordando otra vez los buenos viejos tiempos, hablando de karting y de aquel Mundial que no tenía ninguna posibilidad de ganar. Estuvimos recordando aquello y a alguno de los protagonistas, como Angelo Parrilla, su jefe, Mike Wilson, el piloto que ganó el título y habríamos seguido conversando de no ser porque Jordi Mateu abrió la puerta para que Senna entrara. Ayrton me firmó las fotos y nos despedimos.

Al salir Josep Mª y Albert me lanzaron una mirada escrutadora así que poniendo cara de disculpa les dije, “perdonad, pero era ahora o nunca”. Por desgracia fue así. No le volví a ver.


FONTE: Revista Historis http://www.revistahistoris.com/2012/05/mi-ultima-conversacion-ayrton-senna/#sthash.iVtv5DZW.dpuf


FONTE PESQUISADA


CASTELLÁ, Carlos. Mi última conversación con Ayrton Senna. Disponível em: <http://www.revistahistoris.com/2012/05/mi-ultima-conversacion-ayrton-senna/>. Acesso em: 26 de agosto 2013.

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